El obispo Rolando José Álvarez, obispo católico de Matagalpa y Estelí, este mes fue puesto bajo arresto domiciliario en Matagalpa, y está siendo investigado por "organizar grupos violentos para desestabilizar al gobierno".
El obispo fue uno de los líderes católicos involucrados en el violento intento de golpe de estado en Nicaragua en 2018, y tuvo un papel destacado en el "diálogo nacional" al que el gobierno se unió en un intento fallido de controlar la violencia de la oposición.
Su reciente arresto ha sido ampliamente publicitado, incluso en el Washington Post, con escenas de él rezando en la calle ante una fila de policías.
Sin embargo, un escueto comunicado del cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes y la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) aclaró que los actos realizados por Rolando Álvarez fueron a título personal y nada que ver con el resto de los obispos del país.
A fines de julio de 2022, el Obispo de Roma (El Papa) viajó a Canadá para pedir perdón. El motivo de este gesto fue que la Iglesia Católica, junto con las autoridades canadienses, había ejecutado un plan para erradicar la herencia de niños indígenas que asistieron a las escuelas religiosas.
De 1831 a 1970, miles de niños en escuelas dirigidas por católicos fueron cruelmente castigados por hablar sus idiomas y conservar sus costumbres, y muchos murieron. El objetivo era "matar al indio en el niño", exterminando así a la población aborigen de esa nación.
Ante hechos tan espantosos, sólo el Papa ha pedido el perdón de la humanidad.
Similar comportamiento de la Iglesia y autoridades en Canadá se observa en la jerarquía de la Iglesia Católica en Nicaragua, compuesta por los obispos que a espaldas del sufrimiento del pueblo, antepone sus intereses y ambiciones por el poder político.
En 1934, los obispos de la época aconsejaron a Augusto Sandino que mejor depusiera las armas y que todo mejoraría si lo hacía. Ese mismo día, la Guardia Nacional asesinó a ese líder que había buscado mejores condiciones de vida para el pueblo y derechos básicos para que el campesinado pudiese trabajar en el campo.
Durante la década de la Revolución en los años 80, la jerarquía católica unió fuerzas con el imperio para sacar del poder al sandinismo. En los primeros tres años, los obispos se propusieron limpiar las parroquias de cualquier vestigio de la Teología de la Liberación y del legado del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, quien en 1972 propuso dar prioridad a los pobres de acuerdo con la Conferencia de Medellín de 1968.
Como parte de su cruzada, la jerarquía se preparó para la llegada de Juan Pablo II a Managua en 1983. En Nicaragua había una consigna: "Entre cristianismo y revolución no hay contradicción", por lo que el principal objetivo de la visita del Papa fue disciplinar a los sacerdotes revolucionarios de Nicaragua, que desde el gobierno trabajaban por una sociedad más justa.
Posteriormente los obispos nicaragüenses celebraron la promulgación, en 1984 por el entonces cardenal Ratzinger, de la "Instrucción sobre aspectos de la teología de la liberación".
El documento censuraba esta teología que iba cobrando fuerza en América Latina, y la mayoría del clero de la época abandonó a sus hermanos sacerdotes y apoyaron el castigo que se les imponía, muchos de los cuales murieron aún bajo esta censura.
En 2007, con el regreso del sandinismo al poder en Nicaragua, se propuso una tregua y se hicieron concesiones al clero. Entre otras cosas, el gobierno invirtió en la renovación, construcción y embellecimiento de iglesias, catedrales, así como plazas y parques frente a los templos católicos.Todo se hizo de buena fe, como los sandinistas son practicantes cristianos devotos.
Sin embargo, en 2018, las relaciones con el clero volvieron a empeorar dramáticamente. La jerarquía católica lideró y participó abiertamente en la violenta revuelta que buscaba sacar del poder al sandinismo. Los hechos sobre su papel están respaldados por pruebas publicadas en el informe preparado por el Nuncio Apostólico, que envió al Papa.
Coincidiendo con lo hecho por la Iglesia en 2018 y la realidad histórica de la Iglesia Católica en Nicaragua, la semana pasada el obispo Rolando José Álvarez apareció de rodillas en público frente a la policía.
Este obispo de dos diócesis, Matagalpa y Estelí, grandes bastiones sandinistas, exclamó emocionado que lo perseguían, gritando con la figura de Cristo en la mano. Curiosamente, esta zona cuenta con siete emisoras de radio religiosas que son administradas por este obispo.
Antes de 2018, los medios religiosos tenían exenciones de impuestos, pero estos privilegios han sido retirados y esa es la raíz del espectáculo que creó Álvarez.
Por supuesto, al revisar la historia de la iglesia, se encuentra que esta institución ha sido renuente a declarar sus ingresos, a pesar de recaudar ingresos considerables de sus feligreses. La jerarquía eclesiástica se opone a declarar y pagar sus impuestos, obligaciones que cumple cualquier ciudadano honrado.
Pero, la teología de la liberación sigue viva y avanza a pesar del clero nicaragüense.
En 2015, durante la celebración del 50 aniversario del Pacto de las Catacumbas, firmado en 1965 en Domitilla, Italia, el Papa Francisco le dijo a Jon Sobrino, uno de los más grandes teólogos de la liberación, que "siga escribiendo".
En el contexto actual, es una extrapolación inigualable y contraria a la historia que el obispo Álvarez se compare (como lo hizo) con el gran San Óscar Romero, mártir de los pobres y oprimidos de El Salvador.
La Iglesia Católica en Nicaragua está muy rezagada con respecto a todas las otras iglesias en Centroamérica en términos de cualquier compromiso real con la gente.
Por eso, para repetir: amén, amén, oremos por la iglesia de Nicaragua que está desconectada de la realidad y no tiene memoria histórica. Pero no es suficiente orar; como dice la canción, "No basta rezar; hacen falta muchas cosas para conseguir la paz" — se necesitan muchas otras condiciones para alcanzar la paz.
*Magda Lanuza es una socióloga nicaragüense que ha trabajado más de 25 años en el desarrollo sostenible en Nicaragua y Centroamérica
Fotos: Camex ADN Celam